viernes, 19 de diciembre de 2008

ALUcineANDO

Se me quitaron las ganas de palomitas saladas en cartucho mediano en la sala tres del cine Pisa. La película se deformó en realidad. Siempre suele ser al contrario, pero, en fin, son este tipo de cosas las que me pasan a mí.

Le pedí al acomodador los cinco euros que le di de propina, cuando caí en la cuenta de que era demasiado. Cuando comprobé que el trailer contaba una película diferente. Cuando vi que estaba sentada en una posición incómoda porque mi butaca se había ido resquebrajando.
Se negó a retornarlos argumentando que soy un tanto indiscreta, quejica e impaciente.
Pese a no estar de acuerdo con el último de los calificativos con los que me describió, pensé que el pobre no tenía la culpa. Él estaba allí de paso... pagando el pato de las pifias de guionistas, directores, actores y demás.

La verdad sea dicha, no era la primera vez que me sentía rara al salir del cine. Siempre he salido frustrada con esos films que se acumulan en bloques de tres, haciéndose llamar “trilogías”.
Todo el mundo las recomienda, aunque tengan un final anodino e incongruente... todo se queda en el aire, y aún así hay quien tiene el valor de decirte “Claro, es que no has visto la primera parte, por eso no entiendes el argumento. Tranquila, verás como cuando salga la siguiente, comprenderás todo lo ocurrido en esta”. Pues vaya.
Quizá no percibiré por qué la película de hoy se deformó en realidad hasta la siguiente entrega.

Y sé que me encuentro con todo esto, reflexiono sobre los hechos, lo anoto para que quede patente y, aún así, sé que mañana volveré de nuevo al cine. Aunque vuelva con el ceño fruncido, sé que volveré. Aunque un día de sol me cargue la batería que conecta mi sonrisa y me diga que debería hacer otras cosas, sé que voy a volver. Lo sé. Entre otras cosas, porque me encanta ir.

Los que saben de mí, saben que adoro ese tipo de películas con un final inesperado. Películas que sólo pueden ser vistas una vez. También saben que detesto que me expliquen los finales. Trato de hacer oídos sordos a quienes me dan propaganda de nominaciones al Oscar, X Globos de Oro, o presupuestos infinitos en efectos especiales.

Había pensado acabar con un colorín colorado o un vivieron felices y comieron perdices... pero no tendría gracia. Además, para percibir el sentido de todo hay que esperar a la siguiente entrega. Tardará en llegar a la gran pantalla, pero será todo un éxito. Mientras tanto, para disimular la espera, seguiré con mi otro hobbie... el atletismo (hoy por hoy practicando carreras de relevos y cien mil metros de valla) .

jueves, 20 de noviembre de 2008

BiDiBiDaBiDiBú ~ ~ ~ * * *

Ante la insistencia de su terapeuta, Cenicienta decidió sentarse en su despacho oficial, y escribir todo aquello que le deambulara por su cabeza. Sería la mejor forma de comprender la situación... su situación.
Empezó a relatar su historia.
Su primer shock fue cuando le diagnosticaron esquizofrenia disneyana, una patología común entre los individuos animados.
Empezó con una absurda manía hacia su madrastra, que más tarde también emanaría hacia sus hermanastras.
El único consuelo que tenía, por aquel entonces, era la gran devoción y el amor descomunal que sentía por su amado príncipe azul. Por desgracia, el amado siempre desaparecía a las doce, cuando se pasaba el efecto de la medicación (suministrada de manera clandestina por su madrastra en la cena).
Algunas veces a medio cenar, otras en plena discusión, o bien antes de disponerse a ir a tomar una copa al centro... pero siempre se evaporaba. Siempre a las doce.
No podía asumir que todo aquel idealismo era fruto de una ilusión que su cabeza había generado... no podía creer que la crisis de pareja que padeció a los seis meses y medio de relación no fuera real; sólo fantasía.
Fue entonces cuando comprendió que no existía tampoco aquella mujer rolliza de voz ronca que decía ser su hada madrina. Analizándolo bien, se dio cuenta que sólo ella la había visto, y que hacía y decía cosas extrañas. Desde entonces, hizo caso omiso a la presencia de dicha señora, a sus comentarios, a sus consejos y a su bidibidabidibú. Se negaba a que las memas de sus hermanas políticas la vieran hablando sola.
El momento cumbre del problema fue al descubrir que había empezado a hablar con los pájaros y los ratones. Con ellos mantenía discusiones de largas horas. La pobre madrastra pensaba que todo aquel trastorno se había generado tras fallecer el padre de la joven.
Los especialistas diagnosticaron una obsesión de limpieza convulsiva. Platos, suelos, ventanas, cortinas, ropa por planchar... empezaba acentuarse el síndrome de maruja alterada.
Decidió, por su bien, trasladarse a vivir durante una temporada a la casa del Lago de los Cisnes. Allí, evitaría sentir la curiosidad que la impulsaba a mirar clandestinamente por la ventana a las cinco de la tarde, allí evitaría ciertos problemas.
Estuvo algo mejor... pero se aburría. Acabó irritada de tanta tranquilidad, y decidió alquilar un piso en el Born.
Allí, se dio a la mala vida, bajo el lema de “Sexo, drogas y Rock&Roll”. Tuvo amigos, mientras tuvo dinero.
Más tarde empezó a darse cuenta de que el hecho de comerse marrones no le sentaba nada bien; fue esa la razón de que la pobre Cenicienta cayera en la bulimia.
Superó esas trabas gracias a que su madrastra la buscó y la trajo de vuelta a palacio. Ella y las hermanastras se turnaban para atenderla en todo momento y evitar recaídas.
Tuvo algún momento de delirio y alucinación, propio del mono que la cautivaba. El tiempo y el cuidado intensivo la rehabilitaron.
Empezó a ser feliz, pero seguía odiando comer perdices. Después de todo aquél tiempo conversando con animales que le respondían, había decidido que lo mejor era hacerse vegetariana.
Cenicienta se hizo miembro de Greenpeace y se apuntó a clases de salsa una vez por semana. Encontró motivaciones y un entorno social agradable.
Lanzó al container amarillo los zapatos de cristal... no debía engañar más a nadie diciendo que eran un 31; uno era un 38 y el otro un 39, los mandó hacer así en su etapa de paranoia, por eso uno de ellos siempre se le caía al caminar.

Comprobó que cuando hay cosas que no vienen al cuento, lo mejor que podía hacer era pasar página.

lunes, 27 de octubre de 2008

Perhaps... Burn-out

Me extrañó que aquella noche sonara, de repente, el tema de Patti Smith en plena calle, puesto que no era Navidad. Es la única época del año en que no me resulta extraño escuchar música que procede del aire, de los mismos altavoces que hace veinte años... pero Patti Smith no se dedica a los villancicos.
Tampoco pasaba ningún “coche-castillo” haciendo alarde de los decibelios. No.
La canción procedía del viento, la había hecho llegar para hacer de un momento preciso la viva imagen de una escena de musical. Un hecho un tanto anómalo, que activó en mi cara un signo de interrogación.
No ocurría nada tan inaudito desde el día en que me citaste en la carnicería. Pusiste como excusa que debía hacer de tripas corazón... pero el hedor del lugar me sobrepasaba.
Entré en casa y me encontré todo manga por hombro, sin saber por dónde empezar a arreglar el desorden. Me senté en el parquet (escuchando aún a Patti Smith sonando a las afueras del inmueble), todavía con las llaves en las manos y con el agobio de no saber qué debía recolocar primero.
Sonreí al ver que estaban en el suelo las zapatillas blancas de ballet, con esas tiras infinitas que se iban entrecruzando en las piernas. Sí, me las coloqué, me las ajusté y me puse de píe ante el espejo. La falta de costumbre, de práctica, me hizo desvanecer en un plié.
Al llegar en ese momento justo, me ayudaste a alzarme.
Propusiste ir a la tetería. Prometiéndome que, durante nuestra ausencia, las cosas irían, por sí solas, bailando al ritmo de Patti Smith para ajustarse y recuperar un orden.
Acepté, y llegamos al lugar. Fue la mejor manera que encontraste para mandarme un código secreto. Cuando el empleado te preguntó por lo que querías, le respondiste mirándome: Té.


Because the night belongs to us.

viernes, 24 de octubre de 2008

Puede que...


Al despertar me cuesta enfocar la vista, pues todo permanece borroso durante unos largos minutos. Me cuesta tener un enfoque claro de las cosas, y me cuesta creer. Siempre fui de aquél montón de gente de “si no lo veo, no lo creo”.Puede que mi elevada susceptibilidad desmorone los planes de futuro, puede que una simple piedra en el zapato me provoque detener el camino, puede que el repetirme las cosas a mí misma no haga más que hacer montañas de pequeños resaltos, puede que lo mío se encuentre aún en un lugar llamado “próximamente”, puede que me plantee las cosas con motivo...Llevé el cántaro a la fuente por primera vez, y resultó estar defectuoso. Ikea, ahora, ya no admite reclamaciones.Sí, también puede que esté mirando hacia el lugar equivocado, porque, al fin y al cabo, todo y cuanto me rodea sigue siendo maravilloso.

martes, 30 de septiembre de 2008

¡HuMo!


Desde bien pequeña, aprendí que no debía cortarme un pelo. Por esa llana razón, sabía que nunca sería peluquera.
Hoy por hoy, en la flor de la vida, a mis doscientos ochenta años, prefiero no pensar en el futuro. Bien, sólo en uno muy inmediato.
No tengo un DNI fijo. Cada tres meses cambio mi nombre, pues nuestro estado cambia, nuestra situación, nuestras inquietudes, nuestro sentir, nuestro parecer... quienes nos llaman son diferentes cada vez, y nos hacen distintos. Me encuentro en una etapa en la que mi nombre es Chimenea. Sí, Chimenea. No soy Ana, Sara, Lucía o Laura. En este momento me llamo Chimenea.
La razón de mi identidad es que en mi interior crece una persona que no soporta a quienes tienen demasiados humos... por ello, hay que expulsarlos. Y para hacerlos desaparecer, bastará con pronunciar su propio nombre... ¡Humo!
Hace algunos años me llamaron La Mesa de Inés... por aquello de inestable. Surgieron otros nombres como: Aire, Clara, Chitón, Tinkerbell...
Hace justo un año que fui Aire... un año. No sabía bien mi dirección, pero tomaría un rumbo con fuerza anticiclónica, eliminando chubascos y precipitaciones. Me gustó ser Aire. Por aquél entonces, dedicaba mis mañanas de domingo a realizar trueques en San Antonio... cambiaba momentos malos ya vividos por experiencias buenas. Algunos momentos cambiados no eran malos del todo, pero los tenía repetidos demasiadas veces. Creo que algún día de estos debo volver por allí, pues se trata de la colección más larga nunca vista que debo seguir completando.
Y es que aún no sé cómo me llamaré el mes que viene. ¿Sugerencias? Aquí, gracias.
Te diría mil cosas, pero lo cierto es que me da miedo... que me da vergüenza.

sábado, 30 de agosto de 2008

Incongruències

Vaig començar a escriure i em vaig adonar de quelcom important... res tenia sentit.

Sí, ben cert és que havia de ser una historia molt maca; si més no, la més bonica del món. La meva mà s’atabalà i començà a esborrar totes les paraules escrites. S’esfumaren la catedral, l’aigua de pluja, els cabells xops i el cavall... Tot s’esvaní per deixar lloc als mots que es tradueixen en seny, a les frases porugues que recuperen el coratge, als punts i a part que volen dir tal cosa...

També és indubtable que, potser, confecciono un tramat d’oracions i locucions que poden resultar il·legibles o incoherents. I és que, no té sentit pel fet que qualsevol individu que es disposi a entendre allò que s’expressa ho entengui; sinó perquè, per a mi mateixa, ja ho té.

Ara sí:
Ho dic quan escric... que sóc, que estic ben a prop.
I jo, ric. Tot i que sigui poc.
Evitant les conseqüències de certes incongruències; sens dubte, tenint paciència.
Sents el temps, reps els vents, estem contents.
Tancant, tapant, blindant, barrant la finestra de les temptacions.
Carregada de dubtes, i d’emocions.
I jo, ric. Tot i que sigui poc.
Sento un tic-tac, un batec, un solc al cor... i et faig un truc.

Sé que puc amb tot, i el que pensin... se me’n fot!

martes, 12 de agosto de 2008

)Pequeños placeres(

Hoy he pensado en ti.
Bueno... cada día pienso en ti.
Pero hoy es diferente.
He pensado en ti y han venido a mi mente los pequeños placeres de la vida.


Quedarme dormida en el sofá de manera no premeditada. Vibrar con una mirada que intenta transmitir y ponerme nerviosa. Apoyar la cabeza en la almohada con el pelo mojado. Despertar y oler a café recordando a quien lo ha tomado. Pasear siempre por Barcelona. Pasear por Barcelona en un día frío de invierno y tomar un chocolate caliente. Percibir el aroma particular de alguien gracias a una gran ráfaga de aire que ha leído mis pensamientos. Reírme por una tontería que sólo puede entender quien ha vivido el momento conmigo. Un masaje en los pies tras largas horas de posición vertical. Estirarme en la hierva con la única preocupación de mirar el cielo. Escribir frases inconexas y deshacerme de un peso interior. Que alguien me diga tequeromuso porque aún no lo sabe pronunciar bien. Vomitar mariposas. Leer un libro con un final que encaja. Salir de la ducha y poder secarme con una toalla caliente. Escuchar una canción que me eriza la piel, que me recuerda a cuando la escuchaba mientras desayunaba tostadas los lunes por la mañana... y de repente, pensar en ti. Y hacer que vengan a mi mente los pequeños placeres de la vida.
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domingo, 3 de agosto de 2008

Un cajón llamado DosMilSeis

La memoria de un recuerdo

Cuéntame si algo o alguien te detiene, más que el sordo sonido del viento. Cuéntame.
Fijo mi mente en un recuerdo, construido a mi manera, elaborado con detalle para que jamás puedas romperlo. No lo rompas más, te lo ruego.
Déjame que viva, por lo menos, idealizando momentos... idealizándote a ti... idealizando.
Daría mil vueltas, encontraría un elixir infalible, volvería a escribir cuentos... con tal de taladrar tu mente, con tal de saber qué piensas.
Dime, ¿tú también idealizas?
Cuéntame si algo o alguien te detiene, pues, a mí, me detiene el tiempo.


Luna triste, de plata, de bronce...

Luna triste, de plata, de bronce. Escondida entre las nubes su secreto esconde. Avergonzada por mostrar su desnudez y a la vez acostumbrada. Pálida por su soledad... sin embargo, orgullosa de ser contemplada.
Demasiado lejos para oírla llorar, demasiado perfecta; demasiado.
Inmensa fuente de inspiración de los grandes genios; punto de orientación... la reina del sueño.
La llaman los lobos, la duermen los niños, la miran los buhos... y yo, la pienso. Pienso en ella, en su secreto. Dicen las lenguas de antaño que sólo lo desvelará en el río. En el río está su reflejo... quien me revela su oculto sentimiento.
Su secreto es el amor que siente; pues se enamoró del Sol y a penas puede verlo.


¿Cuánto pesa un sentimiento?


Lentamente escribo desde la estación sin nombre. Pienso que, si escribo, el sentimiento también será algo material.
Las leyes de la naturaleza siempre me han dejado claro que el sentir es algo que va más allá... es algo metafísico, es algo demasiado abstracto y, sin embargo, real.
Lo que siento es demasiado pesado como para llevarlo conmigo durante todo un día. Me pesa y me paso las horas pensando dónde puedo encontrar el lugar, dónde puedo dejar durante un tiempo esta carga no material. Quizá un baúl es demasiado pequeño, quizá una caja no aguante su peso.
Por eso, intento poder dejar todo esto en unas palabras. Quiero que estas palabras soporten por mí esta carga.

Quizá no tenga cuerpo, pero sí un nombre... quisiera encontrar el lugar donde pueda yo dejar al remordimiento de conciencia.




domingo, 13 de julio de 2008

Un àdieu a la vie d'escargot!

Érase una vez un país en el que los milagros no existían, sólo existía el amar después de amar. Todo el paisaje era como el que podía ver Robin Williams en “Más allá de los sueños”... maravillosamente bello, pero conmovedoramente ficticio.

La pequeña Souriante habitaba aquel lugar. Como todas las jóvenes del lugar, ella había adoptado, al nacer, la forma de caracol.


Las personas adoptaban una forma u otra, según el sino que se les otorgase en la partida de nacimiento. Los que nacían y se les predestinaba a ser príncipes, como bien es sabido, debían trasformarse en ranas. Del mismo modo, las muchachas que debían ser princesas adoptarían la forma de caracol.

Souriante acostumbraba a ir despacio, puesto que la velocidad la espantaba. Pese a que la vida de caracol no le ocupaba mucho tiempo, solía agobiarse con frecuencia. Odiaba que, por ser caracol, los problemas tomaran una velocidad lenta en extinguirse.

Un día, con su parsimonioso ritmo, decidió arriesgarse a subir a la colina más alta del país. Decidió enfrentarse a los peligros del camino, puesto que era más importante la necesidad que sentía por vivir la vida que anhelaba. Una vida en la que poder ver las cosas desde una cierta distancia, para tener claro el camino que escoger.

Después de largos años de camino hacia la cima, por fin llegó. Una vez allí, se dio cuenta de que existía una visión muy diferente del mundo, de las cosas, a la cual ella había estado acostumbrada. Souriante suspiró y, a los pocos segundos, sonrió espléndidamente. Descansó y se tomó la licencia de descansar y reflexionar... sin dejar de observar lo que tenía ante sus ojos.

Se despojó poco a poco de su caparazón de caracol, que se resquebrajó con un crujiente sonido. No necesitaría otra protección más que la de sí misma. No necesitaría cubrirse con nada, más que con sus propias sonrisas.

Pensó que era el momento de crecer. Quería unas piernas, unos brazos, unas manos, una cabeza y un corazón. Poco a poco fue mudándose y consiguiendo las piezas claves de una forma humana: piernas para no tener que arrastrarse más ante nadie; brazos para abrazar sin necesidad de resbalarse segundos después; manos para poder tomar las riendas de las situaciones; cabeza para pensar consecuentemente las cosas y no tener indecisión; y, por último, un corazón para poder sentir y palpitar de verdad... pudiéndolo curar con tiritas y betadine cuando fuese necesario.

En aquel momento Souriante soltó una carcajada, pues se había convertido en princesa sin el beso ni la ayuda de ningún príncipe rana.

lunes, 30 de junio de 2008

Tiro con arco ) --->

Déjame que apunte con los dos ojos abiertos... por si acaso me pierdo algo. Déjame que apunte y luego acierte.


Quiero sentir la descarga de adrenalina que recibe la flecha cuando toma velocidad para poder llegar al centro. Enfocando al círculo amarillo con la incertidumbre de dónde se clavará la sagita... pese a que caiga sin más, no me apetece apartar la visión de mi objetivo: el círculo amarillo.


Me gusta y me aflige... me entretiene y me deprime. Es algo divertido que me va desalentando por no marcar en color áureo... y mis intentos van perforando el exterior.
Puede que poco a poco me de cuenta de que es difícil... de que no acierto nunca del todo... de que cuesta pillarle el truco... de que las ballestas caen... de que se trata de algo divertido que al poco después produce cardenales.


Y así, con la vista al frente... hasta que decida cambiar el juego.
. . . . . . .

martes, 10 de junio de 2008

* AL estilo TARANTINO *

Llegado a este punto puedo presentar formalmente dos conclusiones.

Primera, queda totalmente confirmado que tomar dos cafés seguidos me pone muy nerviosa... me crea histerismo interno, pese a tener una tensión cadavérica. La próxima vez probaré tomar tres... o lo dejo definitivamente.



Segunda, cuando aparece un momento de esos con un cartel luminoso parpadeante que dice: ¡Sorpresa!; luego transcurren una serie de situaciones fragmentadas en escenas. Cada una de ellas es una fábula independiente que puede interrelacionarse fácilmente con las otras. Pero lo extraño de esto es que todo conduce hacia un final conocido... todo acaba del mismo modo en el que empieza... con un cartel luminoso parpadeante que dice: ¡Sorpresa!. Al más puro estilo dejà-vu... al más puro estilo Tarantino.

Porque muchas veces aparecen incongruencias y contradicciones que sólo se entienden explicando el inicio y el final (ambos son lo mismo). Porque nadie entendería que la respuesta de alguien a quien le dices “¡Me niego!”, sea “¡Tortilla!”. Porque tras plantear esto se entiende lo que significa “Polvo eres y en polvo te convertirás” (existen demasiadas obras, demasiadas calles levantadas).

Siguen en marcha las anotaciones y los post-it mentales hasta que alguien me diga: “Bueno, Marie, me voy a dormir”.

lunes, 2 de junio de 2008

Como un cielo abierto

Siempre pensé que, de aquí a unos años, me vería reflejada en esa canción “Marta, Sebas, Guille y los demás”. Temiendo que el presente quedase sumergido en recuerdos; guardado, de manera ordenadita, en cajas viejas de zapatos.

Ahora me doy cuenta de que los nombres son otros, las historias son disímiles.
Me percato de que se prolongaría con una duración infinita, pues siempre van apareciendo nuevas personas que conjuntan perfectamente en esa lista de “copains”. Surgen y aparecen de un modo súbito... en el tiempo en que te tomas una copa o mientras te subes los pantalones.

Coincides con alguien por la calle que siempre te pregunta lo mismo: Oye, ¿Y qué sabes de...?
Es en ese momento cuando mis neuronas empiezan a jugar al pinball y se interconectan enviándose descargas las unas a las otras. Consigo llegar a una reflexión que es bonificada con trescientos cincuenta puntos. La reflexión me dice que si tengo respuesta para esa pregunta, es que no me ha sucedido igual que en la canción. Sigo manteniendo un contacto... por minúsculo que sea.
Flashes en mi cabeza me informan de que la locutora menuda crece estudiando periodismo... la risueña vendedora de chorizos se ha emancipado con el hombre de su vida como todos esperábamos... el estudiante de derecho sigue bailando al ritmo de Muchachito... mi yo del 82 sigue enganchada a Sexo en Nueva York y planta cara al mobbing... los dos cabezotas por fin se han mirado al espejo y se han dado cuenta de que algo extraño pasaba: son almas gemelas y no pueden vivir el uno sin el otro... mi pequeña Heidi sigue igual de morena y saltarina con ganas de ser apta para conducir y poder marcharse a Londres... mi ser pensante por excelencia cuenta atrás los días que le restan para obtener la categoría de psicóloga....
1000 puntos con la bonificación de estadillo.
Respondo y pregunto: Oye ¿Y... qué es de ti?

Nadie me dijo entonces que, al llegar a casa aquella noche, la borrachera me haría vomitar mariposas.

lunes, 12 de mayo de 2008

~~ WhEn ChEff HaD ThE rAmRoDs ~~



Cuando las fotografías se dedicaban por la parte de atrás con una frase entrañable como: “Para mi amiga X con mucho cariño, de este que la quiere” todo tenía un encanto especial.

Palpando retratos que datan de décadas anteriores...
Observando las mágicas brechas que se han ido formando encima con el paso del tiempo...
Acercando la añeja imagen a mi oído por si al pasado se le escapa un susurro...

Me parece oír un sonido lejano dentro del retrato... quizá sean los acordes de alguna canción de Lone Star, o la introducción de alguna de Cliff Richard... o tal vez de Los Diablos.
Me hace tambalear los pies, sin querer, un eminente “Black is black”...

Repican las baquetas en el borde de la caja... repican pero la imagen permanece inmóvil. La agito y no se mueve, pero no dejo de escuchar el repique de baquetas.


Creo que hay una confusión... no son las baquetas, sino alguien que llama a mi puerta para darme, como cada día, las buenas tardes. Aunque algo distanciado de su batería, sigue manteniendo el ritmo y la misma sonrisa.
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martes, 22 de abril de 2008

____ Du Pareil Au Même ____

Lolita.
Aterrizó en nuestro planeta. Bajó desde el cielo a una velocidad vertiginosa... fue a parar justo al interior de una alcantarilla (abierta por obras) de la Avenida Diagonal de Barcelona.

Su condición de extraterrestre hizo que Lolita no mostrase ningún signo de dolencia en su cuerpo. Estaba en perfecto estado. Trepó por las escaleras que la condujeron hacia la superficie exterior de la calle, intentando no resbalar.
Lo único que la diferenciaba de los humanos, a parte de capacidad por mantener ilesa su constitución, era su carencia de pupilas... como todos los de su especie.


Salió ante la luz del día recolocándose su vestido negro de topos blancos. Mirando a su alrededor: grandes bloques, automóviles apresurados, los hombres de maletín en patinete, las jóvenes con carpetas azules, las bicicletas iguales de color encarnado, un restaurante con buena pinta llamado “¡Sí, Señor!...


Vino una gran ráfaga de aire que le hizo estornudar... fue la primera vez que lo hacía. Le resultó tan extraño, que los topos de su vestido fueron cayendo uno a uno. El vendaval empezaba a resultar incómodo... era difícil mantenerse en pie con unos tacones de vértigo ante un aire desorbitado.
Intentó encontrar una solución... se dispuso a entrar al establecimiento de comida. Robó un cuchillo de la mesa más cercana a la puerta y salió corriendo avenida abajo con el cuchillo en mano. La gente, a su paso, se apartaba tomándola por loca. Pero ella sonreía, al ver que podía ir cortando el viento cuanto más rápido corría.


Llegó desalentada hasta Francesc Macià; el viento huracanado había cesado por completo. Se sintió satisfecha de su fechoría, terminó colocando Recta la Diagonal... le valió la pena despeinarse. Arregló su pelo con sus manos y, tras cerciorarse de que varias personas lo hacían, detuvo a un taxi:
- ¿Hacia dónde se dirige, señorita?
- No lo sé.
- ¿No desea que la lleve hacia ningún lugar en concreto?
- Sí, pero no sé cómo le llaman ustedes a aquél sitio de allí.-
Lolita señalaba con su dedo índice hacia el espacio, lugar en el que se encontraba su casa.
Al ver la posición del brazo de la joven, el taxista no dudó:
- ¡Ah! Ya sé hacia dónde quiere dirigirse. No se preocupe, no tardaremos mucho en llegar a la plaza de Colón.

En varios minutos estaban allí. Cuando el taxista se giró para cobrarle e informarle de la minuta, descubrió a la muchacha de ojos impupilados cuchillo en mano. El hombre, ante una crisis interna de ansiedad, alzó las manos arriba y le dijo a la chica que podía salir lentamente. Ella hizo lo propio, saliendo a cámara lenta, tomándolo por una costumbre divertida del lugar.

Caminó hasta llegar al rompeolas. Se sentó descalzándose, pensando en cómo regresar a su lugar de origen.
Un muchacho, se acercó y le preguntó:
- ¿Cómo te llamas?
- Lolita.
- ¿Lolita? ¡Yo me llamo Humbert!
- ¿Bromeas?

Se fijó en que el joven tampoco tenía pupilas. Todas las féminas de su especie se llaman Lolita, así como los sementales se denominan Humbert.
No se conocían de nada, pero se alegraron de verse.
El muchacho le informó que llevaba tiempo residiendo en el planeta y era la primera vez que tenía un encuentro con una Lolita. Ella estaba tan nerviosa que le resurgieron de nuevo los topos blancos en el ceñido vestido.
Hablaron largo y tendido. Llegaron a la conclusión de que eran afortunados por haberse encontrado el uno al otro.

Hicieron un pacto: permanecerían juntos hasta lograr retornar al lugar del que procedían.
Cada uno de ellos tuvo doscientas setenta y cinco mil cuatrocientas veinticinco oportunidades para regresar. Igual que Penélope destejía el sudario al llegar la noche, ellos, sin decirse nada el uno al otro, fueron errando adrede las ocasiones de retorno al lugar de origen.

Prefirieron persistir unidos a volver a un lugar que se había vuelto extraño para ellos. Ya no concebían el mundo el uno sin el otro. Al apagarse el día, antes de dormir, se miraban el uno al otro con una sonrisa para acabar diciendo lo mismo de siempre... Hoy tampoco ha habido suerte.

viernes, 11 de abril de 2008

º·º·º· Carpe Diem ·º·º·º

Cuando el camarero se acercó a nuestra mesa, decidí ser tradicional pidiendo el plato típico de la casa. Yo creí que él había pedido un plato de alguna clase de pescado que no conocía con alguna salsa inaudita... Carpe Diem. Eso fue lo que pidió tras ojear la carta y cerrarla de golpe.


El hombre de traje de pingüino levantó una ceja con el rostro impregnado de incertidumbre, y su mano zurda empezó a temblar con el bolígrafo rasgando el block de notas. Eh... discúlpeme... preguntaré en cocina.


Desconcertada. Así me quedé. Mi cara de desconcierto le condujo, sin necesidad de mediar palabra, a darme una explicación:
Cuando alguien me pregunta que qué es lo que deseo... debo responderle con la máxima sinceridad posible. En este momento lo que anhelo es aprovechar el momento.


Levanté la mano con intención de que el camarero encontrase mi mirada y pudiera regresar a nuestra mesa para atendernos. El mesero volvió ante nosotros esperando poder retomar nota de algún plato existente en la carta:
- Me temo que había algún error en su elección del menú, ¿no?
- Exactamente- respondí - Deseo cambiar mi plato por uno como el suyo.
...

viernes, 28 de marzo de 2008

Incomparable al vinilo...

Dicen que cuando llevas más de dos años sin devolver algo que te prestaron, ese algo pasa directamente a ser de tu propiedad.

No es mío, pero lo siento como tal.

Temí, y mucho, que el boom de la piratería le perjudicase de alguna manera. Temí que factores externos no le dejaran mostrarse tal y como es. Temí.

Forma circular exacta. Sonido limpio, claro y transparente. Capaz de transmitirlo todo con uno de sus temas (infinitos y heterogéneos). No sólo se puede escuchar, también escucha y aconseja. No está a la venta de nadie... simplemente debes esperar que llegue a ti. Pero lo que más me gusta de este CD es que es “original”.

Estoy convencida de que el “Top Manta” jamás le lastimará en absoluto. Estoy convencida de que poco a poco obtendrá un éxito reconocido, y no exactamente la fama. Estoy convencida.

En momentos difíciles, escucharlo me ha ayudado a escalar las húmedas paredes de los hoyos en los que uno se resbala, por accidente, en la avenida que franquea la vida. Escucharlo permite reír... y sonreír.

Un "gracias". Un “nos llamamos”. Un fuerte abrazo.
...

lunes, 10 de marzo de 2008

¿Por qué 3?

¿Por qué tres?

Dicen que a la tercera va la vencida, sin embargo todos sabemos que luego hay una cuarta e incluso una quinta.

Los mosqueteros... los tristes tigres... los Reyes Magos... los cerditos... los hermanos Marx... las gracias de Rubens o Botticelli... las Supremes... el bueno, el feo y el malo... los ángeles de Charlie... las mellizas... las brujas de Eastwick... las Marías... todos ellos y muchos más eran tres, incluso los puntos suspensivos.

Es la segunda vez que pienso en lo mismo, pero también dicen que no hay dos sin tres. Y volveré a pensar. Y volveré.
Dicen que donde comen dos comen tres, aunque siempre oí decir que dos son compañía y tres son multitud.
He vuelto a pensar... y ya son más de tres veces. Me sincronizo y observo que pienso en lo mismo cada tres segundos.

Aquél sábado había tenido un mal día y me miré frente al espejo. Mi cara hablaba por sí sola... tenía un gran enfado y el genio empezó a brotarme por el cuerpo.
En lugar de revelarme con amargas lágrimas y voces incoherentes, decidí utilizar el genio para un fin de provecho... estimé pedirle tres deseos.
Deseé volver a sonreír. Me lo concedió. Deseé recuperar las ganas perdidas. Me las concedió. Deseé, por último, volver a tener tres deseos más, y así no dejar nunca de desear.

No me importaría vivir tres veces una misma vida si cada vez pudiera disfrutarla con la misma magia .

domingo, 2 de marzo de 2008

La llamaron Caperucita

Cuando Caperucita se negó a ir por el camino largo y se dispuso a andar por el sendero de toda la vida, el corto, el lobo entró en estado de shock.

Le dijo que no estaba para tonterías. Le dijo que estaba harta de coger florecillas y que al final del día quedasen mustias. Le dijo que ella sabía el camino de sobras, al fin y al cabo se trataba de su abuela, no de la del lobo. Le dijo que podía demostrarle cuanto quisiera mediante el GPS que tenía incorporado en su teléfono móvil. Le dijo que le apasionaba el mundo de la jurisprudencia y que sabía de buenas tintas que intentar ganarse la confianza de jovencitas para luego comérselas a ellas junto a sus ancianas abuelitas tiene castigo penal. Le dijo que con esas pintas nunca podría resultarle creíble a nadie. Le dijo que hay mucho mundo por ver y que debería hacer turismo para conocer otros bosques... encontrárselo cada vez que explicaba alguien el cuento empezaba a resultar molesto. Le dijo que, por favor, no le hiciera perder el tiempo, porque después de visitar a su abuela deseaba ir de compras para poder cambiar su caperuza anticuada por una moderna chaqueta roja de paño... con tanta charla le cerrarían las tiendas del centro. Le dijo que por su culpa la gente, por la calle, la miraba de reojo y le decían una vez la tenían lejos: “Menos lobos, Caperucita”. Le dijo que eran las siete y media, estaba oscureciendo y se sentía completamente absurda hablando con un lobo.

Después de un chasquido de dedos ante el hocico del lobo, Caperucita cogió con chulería su cestita y se dispuso a continuar su camino.

Los Mossos d’Esquadra encontraron al deprimido lobo en medio de la A2. Lo detuvieron por peligro público. Actualmente realiza talleres de reinserción social.
Colorín colorado.

miércoles, 20 de febrero de 2008

.>· Souvenirs ·<.


¿Sabías que cada vez que parpadeamos se borra un recuerdo de nuestra mente?
No sabría decirte cuáles son, pues ya los suprimí... sin más.
Acabo de hacer desaparecer otro.


Cuando nos sentimos abatidos y desalentados no nos apetece más que dormir... cerrar los párpados para poder colmar un saco con pedazos de nuestra memoria. Sencillamente, el momento nos deriva a solicitar una necesidad humana: olvidar.
Los sueños aparecen con un único objetivo. Intentan, con el mayor disimulo, suplir esos recuerdos durante el instante de la evaporación.

Por el contrario, el hecho de sentirnos pletóricos de placer y entusiasmados, nos hace quedarnos en Babia y con los ojos abiertos. Queremos capturar bien el instante. Queremos exprimirlo al máximo cual limón. Queremos que perdure por siempre jamás... temiendo que un simple pestañeo se lleve uno de nuestros recuerdos, temiendo que aquello que nos extasía quede, por azar, en el cajón del olvido in sécula seculorum.

domingo, 10 de febrero de 2008

~ ~ Le beau film ~ ~


Cinco minutos más. Mañana me pondré el despertador diez minutos antes para tener más tiempo de meditación prematinal... ese dar vueltas y vueltas comprobando que las arrugas de las sábanas permanecen en el mismo lugar.

De repente... me levanto. Me levanto y algo me sorprende. Aparto la cortina para comprobar que este ambiente sombrío es porque hoy ha amanecido nublado.
Me asomo a la ventana, aún sin peinar y con un ojo entreabierto, y me cercioro del escenario exterior. Abro mis ojos desorbitadamente, todavía con una visión un tanto borrosa.
Nada es igual que ayer. En este momento estoy sumergida dentro de una de esas películas en blanco y negro... sin embargo, el contexto es el mismo con algunas permutas.
Me fijo en los hombres que pasan... todos llevan bastón y bombín. Observo a las mujeres de mediana edad que desfilan por la vía... ninguna de ellas sin falda de tubo por las rodillas, zapatos de tacón y pamelas.

Parece como si un tratado internacional hubiese acordado la necesidad de cubrir las cabezas, por miedo a que se escapen los entendimientos.
Mi cabeza sin cubrir... y sin peinar. Quizá mis entendimientos han huido esta noche en un descuido. Empieza a no importarme.

Es hora de vestirme... dejaré que mi vida siga su curso dentro de esta producción a modo Gilda. No tardo en ataviarme, ya que en una película en blanco y negro no existe la preocupación de conjuntar y combinar elementos.
Me paro delante del espejo y compruebo que puedo borrar el reflejo con una goma Milán. Una vez acabo, barro los múltiples restos de goma que han quedado extendidos por el suelo.

Antes de cruzar la frontera de mi hogar con el mundo real, tengo por costumbre ponerme a bailar sin pensar en nada. Mi cadena musical es hoy un gramófono brillante con un disco de vinilo... suena la música de Edith Plaff... “La vie en gris”. Me resulta aburrido, hoy sí, me resulta aburrido.
Pretendo tomarme un café, pero en mi cocina no distingo unos líquidos de otros... todos poseen la misma tonalidad. A causa del resfriado, el olfato me traiciona y no me proporciona pista alguna. Da igual... haré mímica con la primera taza que encuentre, simulando que he realizado el acto del desayuno, fingiendo que este croissant no sabe a cemento.

Bajo las escaleras de caracol que me llevan hasta la portería y salgo a la calle. Los niños, con gorras de paño, juegan como si el día de hoy fuera radiante... miro al cielo y lo sigo viendo gris, nublado, lánguido...
Me detengo en una esquina y me percato de que hay una pareja de ancianos bailando un tango... creo que llevan ahí toda la vida, en pleno movimiento, siguiendo el ritmo, entrecruzando sus piernas y con las manos adheridas.

Cuando me dispongo a seguir caminando, doy pasos de espaldas para no dejar de observar cómo danzan y le piso sin querer la cola a un gato negro. Tras maullar, me dice “Mira por dónde vas”, con aire soberbio. El primer gato que me habla y lo hace de un modo despectivo.
Empiezo a sentirme pequeña. Los edificios crecen y crecen hasta llegar a hacerle cosquillas a las nubes. Los automóviles no se detienen, pues nadie sabe cuándo están en rojo los semáforos.

Me meto en un callejón y camino hasta la vía principal. Observo y... ¡sorpresa! no hay nadie. Silencio. Containers hasta los topes. Silencio. Persianas bajadas. Silencio. Carteles de “Cerrado por descanso del personal”. Silencio. Un micrófono conectado a un amplificador en mitad del asfalto. Silencio.

Me aproximo hacia al medio de la carretera, mirando a derecha y a izquierda... reflejo inconsciente. Puedo cruzar sosegadamente. Me agacho y cojo con la mano zurda el micrófono. Estoy dispuesta a romper el silencio. Estoy dispuesta a hacer que las ondas sonoras de mi voz se cuelen por los rincones.
Temblándome el pulso, aproximo el aparato a mi boca, de modo que sólo aparece un primer plano de mis labios frente a la estructura esférica . Miro de reojo a un lado y a otro por miedo a ser descubierta en situación .

Cierro los ojos y grito. Grito como nunca lo había hecho. Cuando dejo de hacerlo, abro los ojos y compruebo que el sonido está viajando. Percibo el eco.
Vislumbrando la prolongación de la calle, me quedo anonadada y con la boca abierta. Distingo, a lo lejos, un fuerte vendaval que se dirige hacia mí de manera vertiginosa... a gran velocidad... levantando a su paso papeleras y papeles, arrancando bancos del suelo, girando las señales de tránsito... cada vez está más cerca... no sé qué hacer.
Me quedo en el mismo sitio en el que estoy, me levanto y me enfrento al fuerte temporal. No pienso dejar que a mí también me lleve por delante.

Al llegar a mi altura, la fuerza del viento ciclónico no me afecta, sólo afecta a todo aquello cuanto me rodea. Va extirpando lo que encuentra por delante, llevándose consigo el blanco y negro, devolviéndole a las cosas su color y vida anterior. Levantando las persianas, reciclando el material de los containers, girando los carteles de los locales comerciales... haciendo reaparecer a los viandantes, y usurpando de sus cabezas pamelas, bombines y gorras de paño.

El vendaval sigue su curso, recobrando normalidad el lugar en el que me encuentro. Recobrando el color. Recobrando la vida. Recobrando la naturalidad. Recobrando la luz del día. Desaparecen por sí solas las dos franjas de cinemascope.

Me aparto de en medio de la carretera y vuelvo a la acera. Camino dando saltos dirigiéndome a trabajar al gran coliseo, comprobando que la pareja de bailarines siguen ahí, con su tango. Sonrío.
Recordaré que para reconquistar el color no hay que rebobinar la película, sino enfrentarnos al vendaval... realizando un cambio de aires.

Tendré el móvil encendido por si el gato negro cambia de parecer y estima disculparse.

Ahora sí, necesito un café... y conjuntar mi ropa.

Y en mi sonrisa... un caracol.

viernes, 1 de febrero de 2008

Cuando “h” acabó siendo “H”

Cuando era bien pequeña mamá me compró una muñeca de trapo. Vestido verde, cabellos dorados, zapatos relucientes. Tenía una cara un tanto esperpéntica, pero aún así la quería mucho.
Su fisonomía peculiar me recordaba a aquella amiga de mi abuela que curaba todos los males con un vasito de agua milagrosa (comúnmente conocido como aguardiente). Ya que tenían un parecido razonable, decidí que ambas debían llevar el mismo nombre. Esperanza. Así quise llamar a mi muñeca.

Jugué, la peiné, jugué, la besé, jugué... y jugué. Era perfecta. Como la quería tanto y deseaba que empezase todos los días con buen pié, tuve una genial idea: le corté la pierna izquierda.

Pasó cinco años compartiendo habitación conmigo; yo tenía mi cama y ella su cesto de mimbre. Pero llegó un día que fue clave para mí... el día en que miré en el cesto y no estaba allí. Miré debajo de la cama, en el armario, en la salita, en el diván... y no la hallé.

Entonces salí corriendo hacia la calle, dejándome la puerta de casa abierta de par en par, cruzando sin mirar. Mi único objetivo era llegar hasta la tienda de ultramarinos en la que compraba mamá los viernes por la tarde. Tropecé con una lata, oí a alguien silbar y entré empujando bruscamente la puerta de la tienda mientras los clientes me miraron desconcertados.

- ¡¡Mamá, mamá!!
- ¿Qué sucede, Hache?
- Mamá no te lo vas a creer, pero hoy es para mí el día más feliz del mundo.
- ¿El día más feliz del mundo?
- Sí, mamá. Sin lugar a dudas...¡el día más feliz del mundo! No encuentro por ningún lugar a mi muñeca.

Mi extremada ingenuidad me hizo llegar a una conclusión: todo aquello cuanto amaba siempre permanecería junto a mí, mamá sería para siempre eterna y nunca debería buscar nada porque nada se me extraviaría. Era evidente, la Esperanza es lo último que se pierde. Jamás volvería a perder algo en la vida.

Mi naturaleza biológica me hizo llegar a la edad del pavo. Simplemente por cabezonería me empeñé en pasar noches fuera de casa para poder hablar a solas con la Luna. A mamá le costó entender que era ella, la Luna, quien me incitaba a salir hasta altas horas de la madrugada, hasta que decidía irse.
En una de las conversaciones con la Luna me dijo que no entendía por qué los hombres eran capaces de hacer relojes para el Sol y ninguno para ella. Me parecía una paradoja. Alguien, en algún momento, debió crear un reloj para la Luna... si no lo habíamos visto nunca, era sencillamente porque no lo habíamos encontrado. Decidí indagar.

Busqué bajo las piedras, vacié el agua de tres pozos, caminé en varios sentidos, me mordí las uñas por el camino, desempapelé diversas paredes...
Mi extremada ingenuidad me hizo llegar a otra conclusión: durante la noche no perdemos el tiempo; tan sólo es que el tiempo se mide con otra realidad.

Finalmente, con los años, conseguí saber dónde se encontraba Esperanza. Cuando hice las mudanzas pertinentes para independizarme e irme a vivir a la estación espacial fundada por mi abuela, encontré varias cajas. Estaba allí, dentro de aquella caja vieja de cartón que había en el trastero, con una etiqueta escrita con Edding: ilusiones perdidas.
Aparté varias cosas que había encima: el seis de enero, el ratoncito Pérez, los gamusinos... cosas que perdí en su día, y hasta ese momento no había caído en la cuenta de ello. Debajo de todo ese montón de cosas estaba allí... Esperanza. Un tanto crecidita, con un poco de polvo, pero igual de bonita que siempre.

Como rescaté a Esperanza, me la llevé... creí que debíamos hacer un gran viaje juntas para hablar de todo lo que nos había pasado durante el periodo de distancia. Desde entonces viaja junto a mí por las estrellas.
Había recuperado a Esperanza... ahora también podría recuperar el tiempo perdido.

*Esperanza fue el único testigo del hallazgo de Hache y Verführer en la Zerbrechlich en 2812.

domingo, 27 de enero de 2008

Con pies de plomo


Nunca le había confesado mi mayor secreto a nadie. Ni siquiera a Blesiviin, mi amiga íntima, mi amiga del alma desde que llegué a este mundo. Tampoco sabía nada aquella mujer con la que hablaba en sueños todas las noches... y eso que últimamente habíamos tenido alguna que otra charla íntima, mientras tomábamos café.

Decidí venir y revelarte eso que siempre he callado.
Te conocí gracias a la mujer de mis sueños. Hablaba y hablaba de ti. Cuanto más me explicaba, más necesitaba saber. Creo que llegué a obsesionarme contigo. Creo que incluso toqué el hilo que marca la frontera hacia el delirio.
Comprendí que se debe mantener la calma.
Analicé la situación. Simplemente, consideré que necesitabas el aliciente que yo ya recibí.

Ahora mismo te veo aquí. Eres sublime. Perfecto. Tu nombre es dulce. Sin embargo... se empeñan en denominarte “llorón”. ¿Por qué? ¿Quién dice que siempre estés triste? ¿Quién hizo que te llamaran así? ¿Quién dice que un sauce no pueda guardar un secreto?

Espero que no te importe que me siente encima de ti, con mis botas rojas y mi falda de paño verde. Me colocaré aquí, sobre esta raíz que te sobresale. Aquí estoy bien. Las raíces son lo más profundo de las cosas... pero como puedes ver, de vez en cuando, se asoman y resurgen. Salen a la superficie para mostrar que el inicio de cualquier hecho no es algo ni tan lejano ni tan profundo.

Nací así. Uno púrpura; el otro lívido. Un pie de cada color. Al principio anduve asustada... muy asustada. Tenía miedo a andar. Tardé cuatro años y tres meses en aprender a hacerlo.
Una vez tuve por la mano (y por los pies) eso de caminar... no pude parar y empecé a correr. Descubrí el camino de baldosas amarillas y lo seguí; no encontré al mago, simplemente anduve en espiral junto al hombre de hojalata. Pero, aún así, todo empezaba a ser completamente mágico.

Al cumplir la mayoría de edad, vino la abuela sabia y me dijo que la magia y la fantasía son cosas que un día u otro deben finalizar. Por ello... debía elegir uno de los dos colores para mis pies. Pero ¿cómo?. Yo ya estaba habituada al púrpura y al lívido ¿por qué no continuar así?.
Me advirtió que pronto debería manifestar mi elección. Así que me escapé, eso sí, me llevé a Blesiviin conmigo. Ahora vivo cerca de aquí, en este mismo bosque.

Serás para mi el sauce risueño. No creas ser del modo que todos quieren que seas, sino quien sientes ser en tu interior.

Debo ir a comer, Blesiviin me espera. Volveré. Trataré de ir con mucho cuidado, por si descubren que ando escondida para evitar la elección... andaré con pies de plomo.

jueves, 24 de enero de 2008

Me como frases - - - - - - - Me como fresas


Respiro... y me inspiro.
Me doy cuenta de que me como frases y me como fresas, para que no precipite mi boca palabras que no interesan.
Resbalo... y regalo una sonrisa. Y me sonrojo. De repente, me encojo.
Me doy cuenta de cuántos cuentos me cuentan... más de un ciento, sin decir "lo siento". Arranco el rencor y me remonto... te recuerdo... me desmonto.
Porque ante esta situación me vuelvo loca, porque se va ciñendo mi ropa. Hasta encuentro dulce la sal, eterno el sol y benigno el mal.
Dime con quién andas y te diré un refrán.
Pese a que no concibas ni recibas el sentido de lo que digo, me quedo tranquila. Yo lo entiendo, lo extiendo y, como siempre, te atiendo. De ese modo, también aprendo.


Mis disculpas más sinceras... no entenderás más que lo que quieras. Me doy cuenta de que me como frases y me como fresas, para que no precipite mi boca palabras que no interesan.

martes, 22 de enero de 2008

····.... Silver Planes ....····

¿Sabes? No puedo dejar de escuchar esa canción. Siempre la misma.
Creo que ya pertenece a mí ese punteo de guitarra eléctrica. Creo que mis latidos siguen el ritmo de la batería que marca la introducción.

Tampoco es la letra de la canción lo que me resulta interesante; y no es que tenga una melodía fuera de lo común, como para haberla adentrado en mí.
Es el conjunto. Es la canción en sí. Son los recuerdos que me trae.

Palabras indescifrables... ¡Qué tontería!
Y tú siempre dices que soy un alma del averno, tendré que darte la razón... quizá sea cierto.


He pensado en tatuar una clave de Sol en mi piel. No es que trate de penetrar en mi ser esta canción. Solamente trato de dejar el sello, de registrar una producción importante... la banda sonora original de mi propia vida.







3:52. Vuelve a darle al "play"

viernes, 18 de enero de 2008

.·: La Fuente :·.

(Hoy por hoy no habría escrito algo así, hoy mor hoy mi mente se encuentra en una fase mucho más positiva. Supongo que las circunstancias del momento te hacen ver, sentir... las cosas de un modo u otro. Rebuscando entre papeles encontré "La Fuente". Aunque el texto se engendrara hace tres años... es hoy cuando ve la luz).



La mirada de un gato penetra mi sentir. No dice nada, callada, conoce mi porvenir.
Luces de neón, cajas de cartón, santos maldecidos, ceniza en el sillón.
El submundo de mi mundo... ahí me encuentro yo.

Perdida, seca, gris, vacía, metálica... mecánica.

Ya no recuerdo un lugar en el que existen los prados, pues las últimas flores exprimen sus vidas en un jarrón.
Ya no recuerdo un amor en el que reinan los besos, pues ahora sólo existe el propio "yo".

Velocidad... sin reflexión.

La Luna intenta llamar la atención, porque antes fue de secretos confidente... ahora no es más que decoración.

Tenía la esperanza de poder recuperar lo que me contaron que hacían los de antaño: soñar. Para ello debía buscar la fuente de inspiración... aparecería el sueño.
Las cataratas más bonitas del mundo se volvieron piedras... me impidieron soñar. El océano más bello ya no tenía riqueza natural... me impidió soñar. Del lago de aquellas aguas profundas, no quedaba más que una gota en la arena... me impidió soñar. El río que nace en las nieves no era más que sólido cristal... todo ello, y mucho más, me impidió soñar.

Me di cuenta de que no sólo había perdido mi fuente de inspiración, pues no podía soñar; había perdido mi fuente principal de vida, el agua estaba ya extinguida... me impidieron soñar... me impidieron beber... ¿me impidieron vivir?








miércoles, 16 de enero de 2008

Jaque a la Reina

No digas nada, mantén el silencio. Ahora mismo estoy escondida. Calla, que nos pueden ver.
¿Que qué hago? ¿No lo ves? Hablar contigo. ¡Ah! Te refieres a por qué me oculto, ¿no?. Verás es que están jugando conmigo.
Cualquiera puede ganar la partida; cada uno tiene una estrategia definida.

Creo que avanzaré. Ven, avanza conmigo. Aquí. Por el momento no hay peligro... aunque el juego continúa.

Sí, son la torre y el caballo. No lo sé, desconozco sus intenciones, por eso me escondo; me ubico en un lugar difícil.
Creí estar sana y salva hasta que el caballo, altivo y firme, descubrió mi posición. No tardó la torre, con sus movimientos sencillos y lineales, en percatarse de la situación. Sí, la torre siempre había estado delante, pero había mantenido otra jugada hasta este momento... desconcertante, para mí.

No, aquí el caballo y la torre no forman parte de un mismo equipo, sino que forman parte de un mismo objetivo.

Creo que nos han visto. Retrocede.

Me están limitando el terreno, cada vez tengo menor posibilidad de moverme... aún puedo hacer algo.

¿Sabes? Me gusta este juego... pero hay algo que me produce un gran temor. No, no lo sé.
Temo a una caída vertiginosa desde la torre... demasiada altura para precipitarme al vacío... me dolería el doble.
Temo subir al caballo y que éste se desboque... no me gusta llevar las riendas.

¿El rey? Aún no hay rey en este juego... ese es el objetivo que precisamente tienen ambos. Mira bien. La torre está delante, en mi misma linea, mismo nivel. El caballo, a poca distancia, en ele... no creí que estuviera tan cerca.
¿Lo ves? Tienen en jaque a la Reina.



(Memorias de las conversaciones con mi propia conciencia)

sábado, 12 de enero de 2008

· º o 0 º o . Zerbrechlich . o º 0 o º ·


Mi nombre de pila es… bueno, yo nunca tuve nombre de pila, ya que en nuestra era nuestros padres consideran absurdo el acto del bautismo. Yo tengo nombre propio. Mi nombre propio solamente fue pronunciado una vez… el día en que me lo pusieron, pero no recuerdo cuál es.

Como siempre fui una niña bastante tímida, y aprendí a hablar filipino antes que mi propia lengua (pasaba más tiempo con mi niñera filipina que con los míos), mi familia pensó que era muda. Desde que tengo uso de razón, todo aquél que me conoce me llama Hache… ese es el motivo.

Con los años la cosa se fue normalizando y empecé a hablar por los codos. Aprendí seis lenguas a la perfección: mi propia lengua, el filipino, el omótico, el braile, el miao-tzu y el persa. Ningún mérito, si se tiene en cuenta que hoy en día es lo básico que se enseña en las escuelas.

Entré en la carrera de aeronáutica con una buena nota. Era lo que siempre había querido hacer, ya que se trataba de algo así como una tradición familiar. Cinco generaciones de mi familia dedicadas a lo mismo. Aeronáutica…algo muy común hoy por hoy.
Finalicé mis estudios y no tardé en ponerme a trabajar en la estación espacial que fundó mi abuela cincuenta años antes.

Llevo ya doce años trabajando como capitana de esta nave, la Zerbrechlich. Y hace seis meses que llevo preparando junto a Verführer, mi compañero de trabajo, este viaje. Siempre acostumbro a escribir algo antes de viajar interestelarmente.

Despegamos.

Tenemos tiempo para hablar. Segundos. Minutos. Días. Semanas. Puede que algunos meses.


- Hache, sé que llevamos tiempo trabajando en esto pero… ¿qué andamos buscando?
- Buscamos en el Universo, Verführer.
- Es lo que hacemos siempre, pero me dijiste que esta vez era diferente.
- Vigila el controlador de presión.
- Sí. Dos punto seis.
- Buscamos algo que puede marcar historia en nuestra era.
- ¿Algo que superará a los hechos de 2701?
- Sí… creo que la gente recordará el 2812 como algo inmemorable.

En 2701 el hombre consiguió llegar por primera vez a la Luna. Allí se encontraron los restos de una estrafalaria nave de hace muchos años, y los restos de una pequeña perra de origen ruso. Las bases de datos de historia aeronáutica, confirmaron el nombre del animal: Laika.
Por supuesto, no se encontró nada en territorio lunar de la simulada visita en 1969 de Amstrong y compañía. El Apolo 11 nunca estuvo allí.
Quién le habría dicho a aquella gente que los primeros habitantes del planeta Tierra en llegar a la Luna serían tres tripulantes de Zentrum der Erde, lo que anteriormente se conocía como Camerún. Es allí, en Zentrum der Erde, donde se encuentra la principal central de la actual NASA.

Tras minutos de silencio y de inmersión en el trabajo… retomé la conversación con Verführer.

- ¿No tienes a veces la sensación de echar de menos algo que aún no ha ocurrido? Y lo que es peor; nunca sabremos si sucederá.
- Sí. Pero es una sensación muy extraña.
- A mí me pasa muy a menudo. Pero quizá tenga una explicación lógica.
- ¿Igual que con un déjà vu?
- Exacto. Antes, allá por el siglo XX, se creía que un déjà vu era una señal de algo paranormal, algo que habían soñado con anterioridad. Un hecho que quizá ya habían vivido. Pero la ciencia consiguió darle una explicación.
- ¿Tan raro les resultaba entonces a los de antaño reconocer que un déjà vu no era más que algo tan parecido a cuando tosemos?
- ¿Cuándo tosemos?
- Sí… algo que produce una alteración por irse por el conducto inapropiado.
- Sí, supongo que, por el contexto del momento, era difícil entender que lo que nuestras retinas oculares captan en un momento, en lugar de viajar por el cerebro hacia los transmisores que descodifican la información de aquello que vemos… viajan hacia el rincón de la memoria. Entonces tenemos la sensación de que aquello que estamos viendo es un recuerdo que ya era nuestro. El cerebro no tarda en actuar y pone las cosas en su correcto orden y… finaliza el déjà vu.

Verführer me miró con cara de circunstancia sentado en su butaca. Sus penetrantes ojos negros me hicieron pensar que quizá hay otros universos, no necesariamente físicos.

- Pero esa nostalgia de la que te hablaba antes… no sé como se puede analizar si ni siquiera ha ocurrido la acción.
- Bueno, supongo que lo primero que debes analizar es qué es lo que añoras. Yo no puedo echar de menos eso que andamos buscando en esta investigación, porque no sé de qué se trata.
- Y una vez que sepa qué es lo que echo en falta… ¿qué?
- Pues tendrás un campo más limitado en el que buscar.
- ¿Aquello a diez millas es otra nave?
- No lo creo… es parte de los restos de algún meteorito. Si fuera una nave habríamos recibido aviso desde Zentrum der Erde.

Miré entonces hacia la gran esfera azul; cada vez más lejana de nosotros.

- ¿No resulta un poco chocante?
- ¿El qué?
- Poder ver desde la distancia cómo es el mundo sin ti. Es como si yo, en este momento, no formara parte de ese todo.
- Tienen conexión con nosotros y con otros cientos de naves.
- Pero no es lo mismo, Verführer… ahora no formamos parte de…
- Formamos parte del Universo. Como siempre.
- Resulta curioso cuando estamos en la Tierra, miramos hacia arriba y lo llamamos cielo. Desde allí, las estrellas son diferentes. Parecen millones de bombillas encendidas.
- Siempre me ha gustado mirar el cielo desde ahí a bajo.
- A mí también, Verführer, a mí también.
- De pequeño, cada noche me sentaba a contemplar la inmensidad del cielo. Supongo que de ahí mi vocación.

Noté algo raro… una cierta tensión agradable. Era como si Verführer quisiera decirme algo; algo que finalmente dijo.

- ¿Sabes, Hache? Antes de conocerte creí haberte visto en algún lugar. Cuando te vi por primera vez, por más que intentaba recordar el lugar en el que habíamos coincidido y cruzado nuestras miradas no se me ocurría nada.
- ¿Conseguiste finalmente saber dónde me habías visto?
- Gracias a esta conversación, acabo de recordarlo.
- Y bien…
- Te veía todas las noches cuando tan sólo era un niño, cuando cada noche me sentaba a contemplar la inmensidad del cielo. Eres como una de aquellas estrellas.

Sonreí. Sonreí de una manera diferente. Creo que ni a mí misma, ni a ninguna otra persona, había visto sonreír de ese modo antes. ¿Había creado una nueva sonrisa? No. Era algo que estaba olvidado.
Era la metáfora más bonita que había escuchado nunca. Era una metáfora con un significado interno.

Decidí responder a Verführer.

- Verführer, creo que podemos regresar a Tierra. Doy por finalizada nuestra misión; la investigación concluye aquí.
- Pero… Hache, ¿a caso hemos encontrado lo que andamos buscando en el Universo?
- Sí.
- ¿Sí? ¿Y dónde se encuentra?
- En esta misma nave. Buscábamos algo que se había perdido hace tiempo en la Tierra y que debíamos recuperar sin falta: los sentimientos. Sabía que viajando a través del Universo podríamos encontrarlos, porque éste es infinito.
Tu interior también lo es… es infinito… es un Universo… ahí estaba lo que anhelábamos hallar; ahí se encuentran los sentimientos.
Ahora debemos lograr un cometido mucho más importante nada más llegar a nuestro planeta. Me gustaría que también participases en este proyecto… ¿Qué me dices?
- ¿De qué se trata?
- Es algo muy simple… ya tenemos los sentimientos… ahora sólo debemos conservarlos.
- ¿Pero cómo se debe hacer?
- Con constancia, con cariño, con cuidado… pues tenemos en nuestras manos lo más fuerte y más frágil del mundo.



* Hache y Verführer murieron cien y ciento dos años más tarde mientras continuaban trabajando en su última misión. El hallazgo de Hache en la Zerbrechlich, fue un momento histórico.
A partir de 2812 se le conoce como la nueva era de los sentimientos.