domingo, 1 de noviembre de 2009

Más vale remiendo feo que agujero hermoso

Una tarde de paseo por el pueblo me crucé con el sastre. Estaba deprimido, ya que el Corte Inglés y el resto de grandes superficies habían acaparado la atención de aquellos que lo alabaron años atrás. Sólo las mujeres de confianza seguían acudiendo a él. Lo conocían bien.
Cansado, se sentó en un banco próximo, sacó el papel y el tabaco de liar y fumó empedernidamente. Con la mirada perdida, me explicó la conversación que tuvo la noche anterior con su mujer. Le dijo…


El día que sea el día menos pensado, probaré buscar una cuerda, dos pinzas… y tenderme al sol. Será una manera de deshumedecer algunas ideas, será el modo de desechar todo aquello que me parece tremendamente soez.

Y cuando estés a oscuras y con los párpados cerrados, trataré de deshilachar las costuras de tu cuerpo para poder usar tu hilo como remiendo de algunos boquetes que se produjeron en mí por el desgaste del tiempo. De ese modo me salvaguardaré del miedo y del frío. Y a ti… a ti simplemente te descubriré.
Si te parece, si sobra material de costura, podemos zurcirnos millones de botones de colores. Así, si vuelven a aparecer a agujeros a consecuencia del deterioro (o mal uso), tener donde agarrarse.


Tendré en mis manos unas tijeras por si en un arrebato me da por cortar el horizonte para separar el cielo de la tierra, por si me da por seccionar el planeta justo por el ecuador y así crear dos mundos, por si hago algún destrozo. Tú mantén el Loctite guardado en el bolsillo; es lo más rápido y resistente para volver a enganchar y recomponer.


Y yo, mientras, me quedé con la boca abierta cuando vi que, al acabar de hablar, se consumió en cenizas al mismo tiempo que su cigarro.