domingo, 8 de febrero de 2009

Vine'm a veure... que tinc fred!

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Hay veces que puedo resultar increíblemente borde. Tan sólo trato de decir la verdad... y mi verdad nunca es sutil.

Me levanté esta mañana abriendo las persianas, corriendo las cortinas, asomándome al balcón y sonriendo. Quería empaparme de la energía que transmite un día radiante.
Entonces fue cuando la brigada del ayuntamiento se presentó haciendo ruido en mi calle con furgones, rodillos, bidones de cola y largas escalera. Se coordinaron todos perfectamente: unos subían a las escaleras, mientras otros proveían a estos con los materiales necesarios.
En menos de cinco minutos estaban listos. Habían logrado recubrir el cielo con nubes grises, adheridas a lo más alto con pegamento industrial.
Se me quedó cara circunstancia y decepción. Me habían arrebatado un día brillante... y eso que siempre pago mis impuestos a tiempo.
No perdí del todo la esperanza, al ver que una de esas masas grises empezaba a despegarse por una esquina y hacía entrar un rayo de luz... me escondí tras el toldo de mi balcón y no dije nada (si una caía, arrastraría a las demás). Deseaba plenamente, que todo aquél tropel de gente recogieran sus pertinencias y desfilasen hacia otro lugar.
Por desgracia mía, cuando todos estaban ya en disposición de coger el montante y largarse, el jefe de la brigada hizo una última revisión levantando la cabeza. Al cerciorarse del hueco, él mismo se subió a una escalera e hizo un remiendo dándole con rabia cuatro golpes a una grapadora, dejándolo así bien fijado.
Fruncí el ceño, sentí frío, me metí en casa. Rompí la correspondencia que había encima de la mesa sin haberla leído... no me interesaba nada aquél papeleo. Siempre es lo mismo. Antes podía aportarme algo... ya no. No me importaba la correspondencia; ahora sólo me preocupaba el poder recuperar un bonito día claro.

domingo, 1 de febrero de 2009

Όταν ο χρόνος δεν πρόοδος ... χάνεται

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Cuando se presentaron en casa de la pobre Benigna los fantasmas del pasado eran las cuatro y media de la madrugada. Era evidente, la pillaron durmiendo y de mal humor. Les abrió la puerta y les dijo: ¡Booooohhh! (con mueca de desagrado y la lengua medio fuera), dejadme ya tranquila y largaos de aquí.

Los fantasmas tuvieron que recurrir a lejías especiales, puesto que, tras la reacción de la mujer, las sábanas habían adquirido un color un tanto amarillento. Estaban entretenidos en frotar; ese era el tiempo que Benigna tenía de ventaja para que no la importunasen.

Benigna, verdaderamente se llamaba Celia (llegó un momento que ni ella misma lo recordaba). Aunque su verdadero nombre era mucho más bello, la gente pensaba que de buena era tonta... todos la llamaban igual.

Esos dichosos espíritus habían estado rondando a su alrededor a lo largo de su vida. Unas veces eran unos y otras veces eran otros, pero siempre mostraban las mismas características. Pretendían hacerle creer que eran seres corrientes, seres vivos... y muchas veces era ella quienes los buscó. Pero uno de ellos cayó de bruces delante de Benigna, y ella se percató de que se había perforado el fémur sin ni siquiera sangrar. Descubrió la quimera.
En cambio, contrariando todo pronóstico, eso hizo que a Benigna se le avivase más el corazón. Sintió correr en sus venas nitroglicerina en lugar de sangre. Se sintió menos buena.

Al ver que ella envejecía y los fantasmas de su lado perduraban iguales, pensó que debía marcar distancia con ellos. Ella era la única que avanzaba en el tiempo mientras que los demás permanecían estancados. Empezaba a sentirse vetusta.

Cuando encontró, paseando por la calle Petritxol, a su alma gemela, se detuvieron el uno ante el otro. Cruzaron miradas. Se aproximaron. Enlazaron sus manos. Fundieron sus cuerpos en un abrazo. Y en el momento en el que se disponían a adherir sus labios, el tiempo se detuvo para ambos.
Ninguno de los dos pensó jamás que ese sería el final de sus vidas... quedaron petrificados para siempre justo en plaça del Pi. Allí eran objeto de contemplación de muchos viandantes; allí echaron raíces como si de un árbol genealógico en 3D se tratase. Echaron raíces, sí, pero nunca pudieron llegar a pertenecer el uno al otro... todo por culpa de los fantasmas del pasado, todo por haber perdido el tiempo.