Se llamaba Luz y estaba hecha de madera. Sus padres pensaron que si la hacían de dicho material, podría ser fuerte pudiendo resistir daños y perjuicios. Era obvio que no pensaron en la existencia de las termitas.
Era paradójico que se llamara Luz y que la mayor parte del día anduviera apagada. Cuando no se maquillaba, dejaba a relucir el tono gris de su fisonomía.
Pero las cosas tenían una explicación... estaba apagada porque por dentro había cosas que la encendían.
Hubo un día en que Luz subió la gran cuesta que la llevaba al monte, y, cansada, se detuvo en la plaza para tomar aire. Respiró enérgicamente... y no cayó en la cuenta de que el oxígeno alimenta al fuego. Empezaron a producirse pequeños incendios interiores en pulmones, intestinos, riñones, hígado, bazo y corazón. Hasta que, a causa del dolor corporal, rompió a llorar y sus ojos empezaron a salpicar chispas.
Era paradójico que se llamara Luz y que la mayor parte del día anduviera apagada. Cuando no se maquillaba, dejaba a relucir el tono gris de su fisonomía.
Pero las cosas tenían una explicación... estaba apagada porque por dentro había cosas que la encendían.
Hubo un día en que Luz subió la gran cuesta que la llevaba al monte, y, cansada, se detuvo en la plaza para tomar aire. Respiró enérgicamente... y no cayó en la cuenta de que el oxígeno alimenta al fuego. Empezaron a producirse pequeños incendios interiores en pulmones, intestinos, riñones, hígado, bazo y corazón. Hasta que, a causa del dolor corporal, rompió a llorar y sus ojos empezaron a salpicar chispas.
Justo cuando el sol desaparecía, para no ver lo que estaba sucediendo, Luz ardió en llamas. Se formó una gran hoguera en mitad de la plaza.
Los niños calés, que vivían en el barrio, vislumbraron algo y salieron corriendo a bailar alrededor. Aquella fogata era lo más divertido que jamás habían visto. Los vecinos salieron para acompañar aquellas danzas con cánticos, compases y ritmos.