Déjame que apunte con los dos ojos abiertos... por si acaso me pierdo algo. Déjame que apunte y luego acierte.
Quiero sentir la descarga de adrenalina que recibe la flecha cuando toma velocidad para poder llegar al centro. Enfocando al círculo amarillo con la incertidumbre de dónde se clavará la sagita... pese a que caiga sin más, no me apetece apartar la visión de mi objetivo: el círculo amarillo.
Me gusta y me aflige... me entretiene y me deprime. Es algo divertido que me va desalentando por no marcar en color áureo... y mis intentos van perforando el exterior.
Puede que poco a poco me de cuenta de que es difícil... de que no acierto nunca del todo... de que cuesta pillarle el truco... de que las ballestas caen... de que se trata de algo divertido que al poco después produce cardenales.
Y así, con la vista al frente... hasta que decida cambiar el juego.
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