sábado, 22 de agosto de 2009

*·.¨ Colores ¨.·*

Jamás fue sonámbula, sin embargo, aquella noche despertó dormida a los pies de su cama con almohada incluida.
Tuvo un gran sobresalto, ya que pensaba que alguien podía haber entrado en casa y haberla cambiado de posición durante la noche.

Celeste era una chica normal: unas preocupaciones normales, unas alegrías normales, unas vergüenzas normales, unas inquietudes normales...
Su pelo no, su pelo era, por naturaleza, de color azul; por lo menos ella así lo veía. Como el nombre de Lucía Bosé ya estaba cogido, pensaron que Celeste no estaría mal.
A ella no le importaba, ya que alguien le dijo un día que el azul le sentaba muy bien.

Durante un año entero tuvo que asistir a reuniones mensuales, aunque no sabía de qué se trataban, ya que nunca les prestó atención. Simplemente debía asistir y oír (que no escuchar). Se permitía el lujo de hacer múltiples garabatos en forma de nubes abstractas en una libreta, de bostezar cada siete segundos y medio y de mirar las caras de quienes tenía alrededor.

En una de esas, observó algo que la mantuvo aún más distante de la asamblea. Se le abrieron los párpados y se le dilataron las pupilas. Tenía frente a ella a un hombre vestido completamente de amarillo, porque no creía en su mala suerte.
Ambos se miraron y sonrieron. Celeste, sin dudarlo, alzó lentamente la pierna por debajo de la mesa, para poder tocar al chico de amarillo. Pero, en mitad del camino, sus piernas se cruzaron por debajo de la mesa. Consiguieron así tocarse las almas con la punta del pie, provocando unas chispas con un chasquido que hizo tambalear a todos los asistentes. Se volvieron a sonreír el uno al otro.


Cuando tomaron confianza, el chico de amarillo le confeso que su nombre era Bermejo. Y es que era comunista de toda la vida y se encendía por dentro cuando había algo que le hacía remover sus sentimientos.
Le pareció curioso que el chico de amarillo realmente fuera rojo.


Un día él le dijo que estaba a su lado porque creía que tenía un buen corazón. Éste se sorprendió cuando la muchacha negó con la cabeza su plática, aunque luego pensó que quizá también poseía modestia.

La mala suerte del amarillo hizo que la muchacha, por estima, cruzase en rojo un semáforo sin mirar al frente. Cayó al suelo desplomada y se fueron perdiendo sus pulsaciones como si fueran puntos suspensivos.
Quedó tendida en el suelo hasta que Bermejo la cogió entre sus brazos y se dio cuenta de que su ropa se había desgarrado. Boquiabierto se quedó cuando vislumbró en su seno que tenía toda la razón, Celeste carecía de corazón. En lugar de tener un corazón en la parte izquierda de su torso, ella tenía una bonita estrella con luz propia.

Bermejo, se sentía curioso y no podía dejar de mirar el resplandor que salía de la joven. De hecho, lo hizo hasta que la iluminación terminó por quemarle la vista y provocarle una ceguera irreversible.

No se sintió triste, se sintió más bien satisfecho, al ver que gracias a su afecto y apego habían conseguido generar el resto de colores secundarios para colorear el mundo con un enorme abanico de posibilidades.

lunes, 17 de agosto de 2009

2 vesti 2

Me atreví a mirarle a la cara. ¿Sabes cuando ves a alguien y te resulta increíblemente familiar? Pues empezó a sucederme de manera continua cuando empecé a fijarme en él. Cada mañana la misma historia. Y es que, realmente, a diario estaba ahí. No fue hasta entonces, cuando le miré de frente, que noté que nos conocíamos de algo.
Obviamente, él disimuló mirándome de reojo y se desplazó trazando un movimiento occidental.

Me encerré en casa y empecé a cavilar en qué momento de nuestras vidas nos habíamos cruzado antes, en qué lugar se produjo un encuentro pasado... ¿por qué conocía ya esa fisonomía a la perfección?
Estuve tres noches sin dormir, buscando en el Dios Google alguna respuesta, con una enorme presión craneal, estaba a punto de padecer ceguera... hasta que me harté y decidí asomarme a la ventana. Pretendía calmar mi ansiedad fumando un cigarro que encendí con un mechero de propaganda de un mecánico. Fue entonces, al mirar al cielo con la primera calada, cuando hallé todas mis respuestas.

No podía creerlo, lo conocía porque siempre que podía acudía a sus espectáculos en plan “Divine” con un precioso traje plateado al que le iba cambiando la forma. Bailaba y cantaba como una “loca” durante toda la noche con un maquillaje farandulero. Medía muchísimo, ya que calzaba unos taconazos y unas plataformas de infarto.

No tenía ninguna duda... era él. El mismo que veía por las mañanas y al que todo el mundo teme mirar por su aire sobrio y su gran tamaño, es a quienes todos adoran, miran y sonríen por la noche. Entonces me encajó la dificultad de hacerlos coincidir a ambos en un mismo espacio.

Comprendí que había descubierto que era un mismo personaje con dos caras distintas, un mismo personaje travestido. Por las noches adoptaba una imagen distinta y el nombre de Luna, mientras que a las claras del día hacía llamarse Sol.

Aquella mañana me desperté, como de costumbre, antes de tiempo. Y es que por un momento vislumbré ante mí algo que me haría cambiar una percepción de la realidad; vislumbré una idea.
Me di cuenta de que no son espasmos lo que alguien produce al dormir, si no que se trata de algo más complejo. Se trata de un modo de transmitir un tambaleo y una vibración en otro ser.
Entonces, esbocé una sonrisa... y me volví a dormir.