sábado, 6 de marzo de 2010

La mujer corcho.·.·.·


Esta es la historia de la mujer corcho que no quería ser caracol. Para no arrastrarse ni hundirse por nadie.

Querían ahogarla en un vaso de agua, pero cuando el agua le llegaba al cuello su vestido de corcho se desplegaba haciéndola flotar como una capa. De mujer corcho a súper-heroína.

Decidió ser corcho con la idea de ahogar sus penas, colándose cual tapón, por el cuello de alguna de esas botellas repletas de alcohol... pero el resultado fue mucho mejor. Porque en lugar de hundirse y tocar el culo de la botella, en su nuevo estado flotaba y, sin ahogar sus penas, descubrió que en ese desconocido lugar se abría un mundo por explorar. Mujer corcho se hizo un navío sin vela, sin maletas ni destino, sólo con un corcho por vestido.

No se sentía pesada, sentía el placer de flotar, el placer de sentir placer. El truco estaba en su porosidad. Sus nuevos poros ahora le permitían poder respirar... y, sobre todo, lo que a ella más la extasiaba era que ahora podía suspirar. Sintiendo atracciones más fuertes que la que produce la gravedad.

Una mujer corcho no se ahoga y, si le viene un chaparrón, con su vestido se hace algo mejor: una capa contra la lluvia ácida de palabras hirientes y comentarios de harpías y crápulas. Mujer corcho es de lo mejorcito, porque sólo con un vestidito se protege de los ataques, como un escudo se lo pone delante y así desvía las lanzas, los dardos y las miradas... mujer corcho sobrevive y resiste, por lo menos, hasta mañana.

(Retal zurcido de una conversación con Mademoiselle Poulain. Imagen de su cosecha)

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