Me
dejé las uñas crecer tras una noche de
luna llena.
Me di
cuenta de que ésta me afecta más de lo normal… sin saberlo, me transforma. Me
vuelve irascible, colérica, rabiosa, furibunda… e incluso irritable. Transmuta mi
propio yo, mi instinto se acelera descomunalmente haciendo que mis sentidos se
multipliquen.
Me
desboca… hasta el punto de llegar a vomitar todos aquellos asuntos que guardo
para mí y que no acabo de digerir. El malestar culmina en ese punto. Los
arrojo. Me despojo de la congoja interior… con ganas de expulsar algo más que
quede en alguna hendidura de mi ser.
Creí
que un misil propulsado a gran velocidad, ara lo único capaz de alcanzar la
luna, llevándose, al menos, un cuarto de esta. De ese modo, jamás podría volver
a posarse cual luna llena. De haber hecho esto habría alterado muchas cosas en
la Tierra: las mareas, el calendario… e incluso los partos.
Pero
creí que, igual que hace Arzak, darle la vuelta a la tortilla era una buena
idea. Podría ver una cara más hecha de la vida, podría aprovechar lo que
generase la Luna en mí. Las uñas largas me servirían para dar un zarpazo a
cualquier historia que no interese, aullando y dejando ver mis colmillos al
sonreír.
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